Cuando sabemos cómo tratar un trauma, es cuando nos animamos a reconocerlos.
Como terapeuta sexual muchas personas me contaban experiencias donde no había dudas
que había sufrido un abuso o maltratos. Pero sucedía que me relataban situaciones que yo
no podía nombrar específicamente como un abuso sexual. Sin embargo, la persona
experimentaba consecuencias, secuelas, malestares, dificultades en sus encuentros
sexuales posteriores, que muchas veces tenían relación con esas primeras vivencias que
habían tenido, con esos momentos desagradables que me relataban al pasar dentro de su
historia o de su experiencia. Fue entonces, que empecé a buscar distintas técnicas y
estrategias para abordajes más específicos del trauma, para trabajar con el cuerpo. Son
muchas las herramientas cognitivas para reparar experiencias que han sido desagradables,
sin embargo, en lo sexual se juega algo que es diferente a otras cuestiones. Se juega poner
el cuerpo de otro modo: más íntimo y vulnerable.
Sucede, quizás muchos años después de la experiencia dolorosa, que la persona se
encuentre con una nueva pareja y resurgen viejos traumas y malestares que no relaciona al
principio con esa experiencia que ha tenido tiempo atrás. Pero al ir explorando,
encontramos la relación o el inicio de su inseguridad. Sucede, tambíen que se eviten
encuentros o salidas con distintas excusas que no parecieran tener relación con algo
traumático.
Como muchos aspectos de nuestra sexualidad en esta cultura están subestimados y otros
sobrevalorados, es común que quien viva una experiencia desagradable, prefiera callar o
guardarse ese secreto y el registro queda en el cuerpo. Hasta hace algunos años se nos
decia que lo peor que le puede pasar a alguien es una violación, comparandola a una
muerte en vida. Es importante saber que no todas las personas piensan eso o lo viven de
esa manera. Sabemos que lo traumático de un evento tiene que ver con las características
de la situación y también en los recursos, capacidades y creencias que la persona tenga
para significar esa vivencia.
Por esto mismo hay personas que tienen encuentros sin consentimiento o viven prácticas
abusivas y no lo consideran traumático hasta que experimentan malestar o ansiedad. Es
frecuente que tras guardarse el secreto por vergüenza, miedo o culpa, la persona empiece a
considerarlo menos grave. Y con el tiempo, parece que lo olvidó o que importa poco, pero al
encontrarse con una persona que toca en una parte del cuerpo donde alguien hizo un daño,
o donde se sufrió determinadas experiencias, se activa un dolor inesperado.
Y a veces a la persona le cuesta conectar luego de tanta represión, minimizaciones y
negaciones. La conexión con las sensaciones nos permite ir sanando e ir generando nuevas
redes neuronales, nuevos caminos donde esto nuevo ya no se conecte a ese dolor, o no se
asocie a esa red, sino a nuevas experiencias, a nuevas posibilidades.
Comúnmente en psicoterapia lo que más utilizamos es la palabra, y con Brainspotting es un
trabajo diferente: es acceder a esas memorias que a través de la corteza o del pensamiento
no se pueden acceder. Entonces vamos trabajando desde el cuerpo. Vamos trabajando en
la dirección de lo que va sintiendo quien consulta, con las sensaciones que puede ir
percibiendo en su cuerpo, sensaciones que se van activando en distintas partes, que nos
permite ir reprocesando esas experiencias que quedaron sin tramitar. Cuando hay un
evento o situación que genera miedo, terror, peligro de vida, que es lo que luego, si hay
consecuencias: consideramos un trauma, la persona no puede procesarla. Justamente
porque esa experiencia fue abrumadora o inesperada o porque no la pudo comprender o
fue muy violenta y quedó bloqueada.
Muchas veces nuestro sistema nervioso puede tramitar el estrés de estas experiencias que
han sido más dolorosas, pero a veces son tan pesadas, tan difíciles de digerir que con
Brainspotting ayudamos a la persona a que pueda ir procesándolas despacio, a
observarlas sin juicio, con aceptación, con la mirada más compasiva y amorosa posible.
Porque la sexualidad puede ser una gran fuente de dolor o de placer, según cómo la
miremos. Poder integrar las experiencias dolorosas, los mensajes negativos, los traumas
vividos, nos permite habitar nuevas posibilidades, construir vínculos más cuidadosos y
disfrutar de todo el potencial que tiene nuestro cuerpo para dar y recibir placer.